Linguística misionera

Lingüística misionera es un concepto que en la actualidad tiene dos acepciones, muy relacionadas entre sí, puesto que -por una parte- se refiere a un corpus de obras escritas con fines religiosos y -por otro- nombra la disciplina que estudia dichos textos.

Las obras de la lingüística misionera corresponden a un conjunto amplio de escritos sobre lenguas de origen no europeo; son producto de situaciones de contacto entre culturas con fines de colonización, en las que ha predominado el objetivo de convencer a uno de esos grupos sobre la preeminencia de las creencias religiosas del otro (Zimmermann 2018). Este ejercicio de evangelización se ha desarrollado con amplios y complejos dispositivos misionales, con diversos recursos, entre los cuales destaca el empleo de las lenguas de los grupos que se pretende conquistar. Así ocurrió en América, Asia o África en el periodo de la expansión europea, especialmente entre los siglos XVI y XIX, aunque desde el siglo XX y hasta la actualidad se sigue recurriendo al mismo mecanismo en la búsqueda de la conversión de los pueblos originarios.

Las lenguas de los territorios anexados se emplearon por motivos prácticos (Martínez Baracs 1997), ya que para los misioneros era más difícil enseñar español o latín a los millones de habitantes de los nuevos mundos y porque contaban con el antecedente europeo del uso de manuales para el aprendizaje de segundas lenguas (Zimmermann 2006).

De ese modo surgen estas obras, escritas por misioneros y para misioneros. Es decir, se trataba de un circuito de comunicación claramente determinado, en el que también se compartía la finalidad de los documentos: la evangelización. Por lo tanto, estos trabajos eran materiales prácticos, pensados para que el aprendizaje de nuevas lenguas se llevase a cabo de manera autónoma o con el apoyo de otros misioneros o de lenguaraces. El carácter religioso de estas obras también marcó su heterogeneidad textual, en cuanto el conjunto está formado por diversos géneros discursivos (Ridruejo 2007, Hernández 2013). Es así que encontramos obras de carácter lingüístico, como gramáticas o artes para codificar los niveles fónico, morfológico y sintáctico de las lenguas, muchas veces junto a anotaciones de carácter pragmático, dialectal o sociolingüístico. La descripción idiomática también se materializó en obras lexicográficas, en las cuales los términos de las lenguas indígenas se presentan con sus equivalentes en español, en muchos casos, con anotaciones culturales o lingüísticas.

Por otra parte, están las obras religiosas, que se orientaban a cubrir gran parte de los objetivos de los religiosos. Entre ellas, hallamos materiales de enseñanza de las creencias y de la ritualidad del cristianismo, como doctrinas o catecismos con contenidos elementales, junto con sermones orientados a un público que se consideraba más formado. Además, hay documentos para la administración de sacramentos, como confesionarios, directrices para matrimonio, extremaunción y otros. Esta miscelánea podía contar también con el apoyo de canciones, mapas u otros recursos para facilitar la labor de los misioneros.

Para explicar las lenguas originarias de América, Asia o África se tenía que dar cuenta de estructuras morfosintácticas distantes de las europeas, pero también se debía resolver el hecho de que estas contenían nociones propias de las comunidades que las hablaban, las cuales podían alejarse de las creencias propuestas por el cristianismo que se quería instalar. Con el fin de salvar la diferencia lingüística, se recurrió al latín en las explicaciones gramaticales. Esto encuentra una explicación en el desarrollo de los estudios filológicos y lingüísticos del momento, pues el latín gozaba de prestigio como una lengua que se había descrito sistemáticamente desde la Antigüedad, de modo que contaba con una amplia tradición. Además, funcionaba como lingua franca para la comunicación política y eclesiástica en Europa. Como código de comunicación de las élites, tenía jerarquía simbólica. Además, la gramática latina era una materia que los religiosos aprendían como base en su formación, por lo que era un conocimiento compartido. Por ello, en las obras gramaticales se empleó como un metalenguaje común, que no debía ser explicado.

El asunto de las diferencias culturales que se portaban en la lengua sí resultó más complejo. Ante ello, los religiosos usaron diversas estrategias que implicaron cancelar términos de las culturas indígenas, por adjudicarles contenidos diabólicos o heréticos, o por considerarlos inspiración de brujos y hechiceros. Otras nociones se usaron como equivalentes de conceptos presentes en el cristianismo y fueron reinterpretadas. Asimismo, se incorporaron directamente términos de la tradición cristiana a los discursos elaborados para la población indígena. Con el empleo de estrategias morfológicas, también se crearon nuevos conceptos que buscaban dar cuenta de las creencias cristianas ante el nuevo público.

La evaluación de las obras durante el siglo XIX e inicios del XX fue disímil, aunque predominó cierto desdén debido al empleo del modelo latino en las gramáticas. No obstante, a partir de la segunda mitad del siglo XX se iniciaron los estudios académicos sobre estos trabajos, junto con una valoración de los mismos como fuentes para el estudio de las culturas originarias de América, lo que motivó su edición. Aunque en un inicio las obras de la Lingüística Misionera se investigaron esporádicamente, a partir de la década de 1990 comienza a conformarse un campo de estudio particular que las analiza. En el año 2000 se desarrolla la Primera Conferencia Internacional de Lingüística Misionera, en la Universidad de Oslo, Noruega. Con ese evento, se inaugura la discusión de los presupuestos teóricos y metodológicos de la disciplina, la cual, al día de hoy, se puede considerar como autónoma dentro de las ciencias del lenguaje (Regúnaga y Zwartjes 2020).

Aunque en un primer momento se estudiaron las obras sobre las lenguas más centrales o generales en época colonial y prehispánica (como náhuatl, maya o quechua), ya ha comenzado el análisis de las tradiciones locales o más alejadas de los centros de administración colonial (como el norte de México o el sur de Chile), lo que incluye los escritos que documentaron lenguas que se consideran dormidas (muisca, millcayac, allentiac, mochica, entre otras). Ahora bien, los estudios de la Lingüística Misionera tienen una fuerte tendencia a describir las percepciones y representaciones del autor, y se ha ahondado con menor énfasis la recepción y la circulación de las obras y de sus ideas. Es un desafío evaluar la resistencia y la complejidad de las sociedades originarias cuyas voces están presentes en estos escritos.

Autora: Nataly Cancino

Referencias bibliográficas

Hernández, E. (2013). “Aspectos metodológicos de la investigación en lingüística misionera hispánica”, en El mundo indígena desde la perspectiva actual. Perspectiva multidisciplinaria, Vol. II, editado por Pilar Máynez, 223-247. Grupo Destierros.

Martínez Baracs, R. (1997). “El Vocabulario en lengua de Mechuacan (1559) de Fray Maturino Gilberti como fuente de información histórica”, en Lengua y etnohistoria purépecha. Homenaje a Benedict Warren, editado por Carlos Paredes Martínez, 67-162. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/CIESAS.

Regúnaga, M. A. y Zwartjes, O. (2020). “La lingüística misionera a la luz de sus congresos: retrospectiva y avances”, Revista argentina de historiografía lingüística, v. 12, n. 1: 1-10, https://rahl.ar/index.php/rahl/article/view/177.

Ridruejo, Eo. (2007). El arte de la lengua de Chile de Luis de Valdivia. Agencia Española de Cooperación Internacional.

Zimmermann, K. (2006). “Las gramáticas y vocabularios misioneros: entre la conquista y la construcción transcultural de la lengua del otro”, en Actas del V Encuentro de Lingüística de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán (UNAM), editado por Pilar Máynez, 319-356. Universidad Nacional Autónoma de México.

Zimmermann, K. (2018). “Historiografía de la lingüística misionera (colonial): el estado actual de los estudios al respecto”, en Études de Linguistique Ibéro-romane en hommage à Marie-France Delport [CD Rom], editado por José Vicente Lozano, 71-106. Publications electróniques de l’Eriac-LIbeRo.